Cada vez me atrevo menos a decir que el ser humano es libre. Pero sí me atrevo a decir, e insisto cada vez con más seguridad, que el ser humano es el único que tiene una especial aversión a ser condicionado o manipulado, y eso estimula el deseo, irreal o no, de intentar ser libres.
Es como suponer que este pensamiento que escribo sea original. Ignoro si lo es o no, pero me extraña profundamente que nadie no haya llegado ya a esta reflexión tan simple mucho antes que yo. Y aún así, el deseo de originalidad única, de irrepetibilidad, al igual que la libertad, es irreductible a muchos de nuestros actos.
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