Cuando la autenticidad de uno mismo se viste de intransigencia hacia los demás, la verdad se vuelve una luz cegadora.

martes, 19 de mayo de 2009

LAS PESQUISAS DEL PRÍNCIPE DARÍO

No puedo evitar publicar aquí otra pequeña historia de mi amigo Herodoto. Es quizás el primer descubridor en toda la historia del relativismo cultural y lo acabaría popularizando entre sus compatriotas griegos. Pero este no es un invento griego: los persas fueron los primeros en llevarlo a la práctica a gran escala y los cronistas griegos tan solo lo pusieron por escrito:

"Se cuenta que el príncipe Darío, rey de reyes y emperador persa, preguntó a sus sumos sacerdotes si existía algo que estuviera por encima de las diferencias entre unos pueblos y otros y nos dijeran si había algo bueno o malo que fuera compartido por todo el mundo. Entonces dijeron los sabios:
"Existe una cosa en la que todos los pueblos parecen unidos: todos los hombres de la tierra honran a sus padres caídos. Independientemente de donde vuestra majestad esté, aquel padre que ha sido bueno con sus hijos, es honrado por ellos.
El Rey de Reyes quedó complacido con esa respuesta, pero prefirió conocer esa noticia por su propia mano. Entonces convocó a los representantes de los pueblos más alejados de su imperio, los griegos que vivían en Turquía y los habitantes de la India, y les preguntó cuál era la forma con la que adoraban cada uno a sus padres caídos. Los habitantes de la India le dijeron:
"Noble señor, para honrar mejor a nuestros padres nosotros nos comemos nuestros padres caídos, para que no exista ningún resto de ellos sobre la tierra y pervivan en nuestro propio cuerpo.
Los griegos entonces preguntaron si aquello era natural en el resto del mundo e increparon a los indios diciendo que eran auténticos salvajes con los restos de sus padres.
"Qué hacéis vosotros entonces, pueblos griegos.
"Nosotros quemamos a nuestros padres una vez muertos, para que su cuerpo no se vuelva putrefacto y pueda su humo ascender al cielo del Olimpo, donde viven los dioses.
Los indios replicaron a su vez que aquello era un acto impío para la memoria de sus padres y se enzarzaron en una disputa para saber quién de los dos pueblos tenía razón. El rey Darío quedó sumamente desconcertado con la discusión, puesto que una creencia que aparentemente era igual para todos los pueblos, lo interpretaban después los pueblos de forma muy diferente. Con lo que decidió que, para no soliviantar ni a unos ni a otros, se diera libertad para que cada cual honrara a los muertos a su gusto, siempre que fuera por una causa justa.

Parece una ironía de la historia, que los lejanos herederos de los persas, fundadores de la tolerancia, hayan acabado creando uno de los países más fanáticos y cerrados al mundo como es el actual Irán. Pero si una ley tiene la historia es que el tiempo rompe hasta la roca más dura, y todo lo cambia, como diría el otro griego.

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