"The true perfection of man lies, not in what man has, but in what man is. Private property has crushed true Individualism and set up individualism that is false" (la verdadera perfección del hombre descansa no en lo que un hombre tiene, sino en lo que un hombre es. La propiedad privada ha destruido el verdadero individualismo y ha formado un individualismo falso). En esta magnífica cita de The Soul of man under Socialism Oscar Wilde ve con total clarividencia las aspiraciones del burgués victoriano y sus limitaciones: en una sociedad en la que la propiedad marca distinción, honor y privilegio, el mero hecho de ser propietarios nos sepulta en multitud de compromisos y convenciones para seguirlo siendo. Y como bien se sabe, en Wilde y el dandismo, seguir la convención significa morir en vida.
La propiedad se ve como objetos que poseemos a cambio de destruir nuestra propia alma, el verdadero individualismo, como proclama Wilde. No poseemos objetos: los objetos nos poseen a nosotros. Y efectivamente, el hombre vende su libertad por la posesión. Creamos eslabones de una cadena cada vez más larga y pesada. Una hipóteca nos obliga a mantener un trabajo estable buena parte de la vida activa y renunciar tal vez a acciones que nos harían más felices o auténticos. Un buen coche nos da status y privilegio, buena tecnología, buenas ropas y así sucesivamente.
John Locke, máxima expresión de la burguesía triunfante, es la clarísima antítesis. Para este autor, el hombre es propietario por definición: la vida y nuestra libertad son la más valiosa de todas ellas, pero también los bienes materiales sobre los que depositamos nuestro trabajo. Ellos forman parte indiscutible de nuestra felicidad. Para poder disfrutar de esos bienes materiales, habrá que formar un estado, un gobierno, unas reglas sociales que todos debemos aceptar para precisamente el resquicio de libertad que nos queda y aprovecharlo al máximo. Es en el sacrificio moral que exige el contrato social burgués donde empieza la madre de todas las batallas, el blanco de la crítica desde el individualismo victoriano hasta los actuales críticos de la sociedad de consumo.
El gran error para Oscar Wilde consiste en que debemos sacrificar nuestra libertad para precisamente poder disfrutar de esa propiedad de objetos. Ese "disfrute" se convierte en Oscar Wilde en símbolo de decadencia occidental, renuncia hacia nosotros mismos y esclavitud, olvido de la ética helenística y la enseñanza básica de Jesucristo y Sócrates. Paso, como aparece en la cita, del ser al tener. Naturalmente, el común de los mortales no se sentirá aludido y pedirá no hacer caso alguno a los excéntricos y los genios. Pero no en vano, algunas campañas publicitarias de artículos personales han hecho un guiño a Oscar Wilde: no es lo que tengo, es lo que soy, y en este caso nos podríamos preguntar si aquí el irlandés estaría de acuerdo con todo aquello relacionado con la belleza personal.
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Mi despacho, mis libros, mi mate, mi portátil, mi blog: definición de uno mismo o ataduras esclavizadoras.
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