Cuando la autenticidad de uno mismo se viste de intransigencia hacia los demás, la verdad se vuelve una luz cegadora.

viernes, 18 de diciembre de 2009

PROBLEMAS DE COPENHAGUE (II): EL PESO DE LAS GENERACIONES FUTURAS.

En un tema clásico de ética y política, Rawls se preguntaba cual era el peso específico que debían tener nuestras obligaciones respecto a las generaciones futuras y reconocía que era prácticamente inevitable plantear el problema como casi irresoluble. De la misma forma, los economistas se definen muchas veces por una cuestión temporal: solucionar un problema social ahora, o bien sentar las bases de un crecimiento a largo plazo. En el problema del cambio climático este conflicto se observa dramáticamente en relación con los países emergentes (Brasil, India...): deben optar entre crecer ahora y sacar de la pobreza a sus países, hipotecando el futuro, o bien tomar seriamente el riesgo del futuro, sin esperar sacar ningún beneficio a corto plazo.
Es fácil hablar de los compromisos a largo plazo con el estómago lleno (esto lo tenía muy claro Keynes en los años treinta). Es mucho más difícil explicar dicho compromiso ante gente cuyo futuro se reduce a poder comer durante el próximo mes. Ha bastado simplemente una crisis económica para que el problema ecológico dejara de ocupar titulares en los medios de comunicación durante un par de años.
Con razón, los países emergentes piden a los países desarrollados que sean ellos los que paguen una mayor parte de la factura del calentamiento global. Sus sociedades no lo pueden entender de otra forma. No hacerlo significa proponer el último apéndice del colonialismo occidental.
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Cartel en el Portanchito, en desuso por lo que parece.

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