Cuando la autenticidad de uno mismo se viste de intransigencia hacia los demás, la verdad se vuelve una luz cegadora.

viernes, 4 de diciembre de 2009

JOHN LOCKE Y LOS CRUCIFIJOS EN LAS ESCUELAS PÚBLICAS

Otra vez, y como un episodio más de un interminable culebrón, se repite la controversia de los crucifijos en nuestro país, después del preludio italiano, y la eterna pregunta de si en una escuela pública deben estar presentes los símbolos religiosos.
Pues bien, uno se pregunta cuándo narices se va a entender en este país la distinción entre espacio público y espacio privado. Al espacio público le corresponde un área de neutralidad en materia religiosa e ideológica, y hablamos aquí de escuelas, ministerios y demás espacios en los que se representa a todos los ciudadanos del país, con sus impuestos y sus deberes. La razón está clara: ese espacio se hace y se construye con el consenso más amplio posible de todos los ciudadanos de un país.
El espacio privado es sin embargo el lugar por excelencia de la libertad de expresión: empieza por nuestro cuerpo, siguiendo por el ámbito del hogar de uno, y terminando por el espacio que ocupa legítimamente cualquier organización de la sociedad civil (un templo, una sala de reuniones de una ONG), es un lugar de sagrada libertad individual. Que alguien cuelgue un crucifijo en su página personal o blog en respuesta a las medidas del gobierno, es completamente legítimo porque es su espacio privado. Esto es algo que queda definido desde la época de John Locke, nuevamente, aunque este autor empleara términos distintos.

No se entiende por tanto que la polémica sobre la retirada de crucifijos en escuelas públicas suscite tantas críticas. Lo cierto es que el autor de esta página pensaba que hacía tiempo habían desaparecido de las aulas públicas. Cuando sectores de la iglesia consideran esta medida contra una afrenta a la libertad, habría que plantearse hasta qué punto estos sectores se pueden considerar realmente conocedores del liberalismo político más básico. Naturalmente, el problema es más complicado, pero esta simple intuición se echa de menos entre alguna gente. Otro día hablaremos de esas complicaciones. Cuando pase mi sorpresa ante estas reacciones.
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El símbolo de la discordia, en un lugar donde nadie en su sano juicio lo retiraría. No obstante, algunos de los más radicales laicistas se podrían preguntar si esto no es también una invasión del espacio público, y por lo tanto, susceptible de ser retirado, como en los años más truculentos de la Revolución Francesa. Detalle de la portada de la iglesia de la Preciosa Sangre, Cáceres.

2 comentarios:

  1. El otro día grupos políticos cacereños reivindicaban la retirada de los crucifijos de todos los colegios públicos o privados concertados en periódicos como el Hoy y el Extremadura.
    Yo formulo una pregunta al aire. Un colegio religioso, como en el que tú ejerces, por el hecho de ser concertado, ¿debe ocultar los símbolos que reflejan sus creencias?
    En mi opinión, si hay padres que se oponen a dichos símbolos, no deberían plantearse matricular a sus hijos en colegios cuya base es religiosa al 100%. Es muy fácil decir "mi hijo estudia en "X" Centro porque tiene muy buen prestigio a nivel académico" para luego criticar y faltar el respeto atacando y saltando todas las normas que de base cristiana tienen dichos centros.

    ¿Crees que deberían retirarse los crucificos de los centros religiosos (dirigidos por monjas o por sacerdotes)por el hecho de ser concertados?

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  2. Vamos a ver, la postura de los concertados es sin duda más compleja. Por un lado, se pueden entender como "públicos" por el hecho de ser financiados con dinero estatal, y en principio los defensores del laicismo a ultranza se aferran a esto para meterse también con la concertada. Pero justamente ese concierto se ha hecho contando con que esos centros tienen derecho a un ideario religioso.

    De la misma forma que el estado debe ser neutral en su espacio público, también el estado está comprometido con velar por la libertad de los individuos para poder elegir entre distintos idearios políticos y religiosos. Por lo tanto no resulta contradictorio apoyar aquellos centros donde se defiende un ideario religioso determinado. Esta tesis es clásica en los autores del multiculturalismo (Will Kymlicka y otros) y se ha aplicado en países como Canadá, Holanda y otros lugares, y para minorías incluso más controvertidas como la musulmana. Esta tesis es la que yo quería desarrollar en otro post.

    A decir verdad, todo este asunto debería debatirse desde la gestión interna de cada centro educativo. Incluso me atrevería a decir, contradiciendo en este caso a Locke, que la decisión de retirar o no un crucifijo incluso en un colegio público debería partir de un acuerdo entre todas las partes implicadas en cada centro.

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