Preguntaba en clase sobre la legitimidad de utilizar tu propio cuerpo y destruir tu propia vida como mecanismo para luchar por una idea política o ética. El caso de Haidar y el Sahara se nos venía a la mente y había que explicar por qué estaba luchando (el problema del Sahara no es muy conocido entre los jóvenes). Pero después, las opiniones eran contrapuestas: Laura Pascual defendía que el cuerpo y la vida son propiedad inviolable de cada persona y por tanto debía respetarse la decisión de la activista; Patricia que era una forma legítima de resistencia y lucha política; David que son decisiones que pueden llegar a chantajear estados enteros (con el caso de Juana Chaos) y Alberto con que hay que baremar también los fines y causas de esas acciones. En otro curso, Jesús Urueña planteaba la responsabilidad de los espectadores, es decir aquellos que estaban viendo a esa persona poner en peligro su propia vida. El caso es que esa última interpretación era aquella que me hacía pensar más.
Hasta qué punto esos terceros pueden consentir la muerte voluntaria de una persona nos conduce de nuevo a esa interminable lista de problemas de ética relacionados con la legitimidad del suicidio público, el martirio o la eutanasia. La cuestión es que si nuestra cultura occidental, con derechos humanos en la mano, o desde una interpretación más religiosa, colocamos a la vida en lo más alto de nuestros valores, no se puede consentir que esa vida se convierta en medio para alcanzar un fin determinado, sea el que sea. No se trata aquí de una lectura utilitarista (si conseguiremos una mayor o menor movilización social por el efecto de un mártir, o las consecuencias para la política de un estado), sino de algo más básico, un principio deontólogico, un deber que tiene que ser respetado antes de determinar el cálculo de nuestras acciones. En cualquier caso, esta no es la primera ni será la última vez que la vida se pone en la camino para alcanzar una causa justa. Y nos deja una reflexión: existen causas olvidadas -como es el drama de los refugiados saharauis- que solo pueden salir a la luz ante medidas tan extremas como esta. Se acusa fácilmente al mártir, pero no debe ocultarnos que la responsabilidad de estos problemas nos llevan a decisiones políticas inadecuadas tiempo atrás y a pactos de silencio en la actualidad. Tanto Marruecos como España deben escuchar.
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Aminatou Haidar, activista de derechos humanos y antes de empezar una huelga de hambre en la que lleva más de tres semanas. Su acción ha conseguido que por fin se vuelva a hablar del Sahara en España a una escala desconocida hasta el momento.
El caso es complicado, sí.
ResponderEliminarPongo el caso de mi propia familia, ya que comentabas lo de los mártires de la Iglesia en clase: mi tío (tío abuelo de mi abuelo, pero eso no viene al caso) vivía junto a otros tres sacerdotes en una pequeña congregación, ocultos. Los republicanos les descubrieron a comienzos de la Guerra Civil, si no recuerdo mal. Esos tres compañeros fueron encarcelados y condenados de manera casi instantánea, por lo que no hubo "suicidio" en ese caso (nótense las comillas), sino que fueron ejecutados por el simple hecho de ser creyentes. En el caso de mi tío, estaba enfermo de tuberculosis, y le quedaba poco tiempo de vida. Le ofrecieron la libertad debido a esto; él se negó, porque no quería dejar solos a sus compañeros. Finalmente, los cuatro fueron ejectuados.
En estos casos prima la propia integridad humana por encima de la propia vida. Personalmente, esa integridad me parece incuestionable: forma parte de cada uno de nosotros y no podemos renunciar a ella porque nos reconcomería la conciencia por ello, sacrificaríamos lo que en esencia somos.
No es lo mismo que entregar la vida por una causa egoísta, buscando solo la fama. En ocasiones, luchas por alguna de esas "causas nobles" se hace poniendo en peligro la vida porque es el único modo de llamar la atención sobre alguna injusticia.
Pero cuando se hace con fines egoístas o hiriendo la integridad ajena, es indefendible. Podemos defender la propia hasta un extremo, pero la ajena es intocable. El caso de los atentados terroristas anarquistas que comentaba en clase es un buen ejemplo, o el de Juana Chaos.
Estoy bastante de acuerdo contigo, pero el problema es quien decide la importancia de la causa.Los fines de un anarquista nos pueden parecer egoístas, pero para el anarquista tal vez no. Y de la misma forma, Haidar es acusada por Marruecos de ser un instrumento del Frente Polisario y Argelia para provocar ruido mediático. En fin, que la historia me parece bastante complicada, en efecto.
ResponderEliminarSí, los ideales de un anarquista son respetables y debatibles, como los de cualquier otro. El problema está en que para la defensa de esos ideales haya que herir la vida ajena y no la propia: se corta por el mismo patrón el terrorismo unido a causas independentistas, con el que se lucha por una causa en un principio debatible y logica que pierde toda base en cuanto que se defiende por medios violentos y cobardes.
ResponderEliminarEstimado amigo... Lo que particularmente me sorprende es que consideremos estos problemas sólo desde la óptima de la voluntad humana. Como si la vida de esta mujer dependiera exclusivamente de la voluntad de ella y de los gobernantes implicados. Este tipo de valoraciones tan limitadas hacen que la gente (que no tiene nada que perder) se sume "voluntariosamente" en defensa de esta mujer.
ResponderEliminarCreo que ella tiene todo el derecho del Mundo a utilizar su cuerpo como quiera, aunque la mayor parte de la gente que se identifica con ella entiende que los saharauis existen desde que el Sahara se situó en África del Norte. Me gustaría saber qué opinan si asumieran que la identidad de esta mujer fue creada por las fuerzas colonizadoras de Francia y España que se repartieron estos territorios con escuadra y cartabón en un despacho berlinés. ¿Es legítima tanta lucha en la defensa de una identidad inventada hace tan poco? Porque entonces los catalanes que llevan creando.... (qué pesados...) una identidad paralela a la nuestra durante 500 años ¿estarían legitimados para un holocausto?
Otra cosa es que la actitud de Marruecos, conculcando derechos humanos fundamentales (pasaporte) legitime dicha posición... y es allí cuando entra el papel del gobierno español. Pero volvemos al mismo dilema, hasta donde debe o puede el gobierno español presionar:
1. Romper relaciones comerciales con Marruecos y empobrecer a miles de trabajadores de ambas orillas. Me gustaría saber si estos actores, comprometidos con los derechos humanos, se sumarían al apoyo de esta mujer (a todas luces legítimo) si éstos fueran trabajadores de una empresa que depende de las relaciones con Marruecos y éstas se deteriorase y su trabajo corriese peligro.
2. Llevar a cabo una injerencia política o militar en una país más pobre que el nuestro y con menos recursos para que haga lo que nosotros en conciencia creemos que es justo. No es acaso esta la justificación de las potencias coloniales del siglo XIX. Entonces por qué esta gente que apoya a Aminatu no apoyó la ocupación de Iraq, ya que Kuwait fue otro pueblo invadido por su vecino del norte. Éstos que protestan estarían dispuestos a una presión militar o política en la que ellos participarían hasta sus últimas consecuencias.
3. Estaríamos todos dispuestos a perder parte de nuestro bienestar colectivo (menos inversiones extranjeras,trato comercial más duro con nuestros productos, más cierres de empresas, despidos de trabajadores, menos poder adquisitivo...) por enfrentarnos a, por ejemplo, Francia que defiende la postura marroquí, ya que ésta sí hizo hace cincuenta años sus deberes como ex - potencia colonial. Por tanto, hasta donde estaríamos dispuestos a situar el nivel de presión que el gobierno español tiene que hacer a otros países más fuertes que el nuestro como Estados Unidos.
En resumen, creo que la postura de Aminatur es muy digna y coherente, ella sí sabe lo que está dispuesta a perder por una causa que cree que es justa (tenga o no razón, esa no es la cuestión). Considera que por encima de su vida está el derecho de su patria (sacado de contexto parece una soflama franquista... en fin cómo cambian los tiempos) y la pone en juego frente a todo lo demás. Sin embargo, ¿qué ponemos nosotros en juego a la hora de apoyarla? ¿Por qué no definimos qué estaríamos dispuestos a perder? ¿En qué valoramos esta lucha que no es nuestra?
Qué fácil es posicionarse cuando no te juegas nada... Qué fácil es presionar cuando ni siquiera te preocupas por las consecuencias no deseadas, cuando no valoras quién puede ganar o perder. Por cierto, me gustaría conocer la opinión de los cientos de miles de trabajadores marroquíes que hay en nuestro país y si esto les ayuda o no en su integración, o saber si esto es una cosa exclusivamente de su Rey o lo apoya la sociedad de Marruecos.
P. D: Samuelson nos ha dejado, querido amigo, Keynnes never walk alone esté donde esté.
Querido amigo:
ResponderEliminarGracias por tu sensata dosis de realpolitik. Yo creo de todos modos que la débil identidad saharaui esconde por detrás un drama humanitario, los campamentos de Tindouf. Eso lo hace distinto del caso catalán, por ejemplo. Por otro lado, la población saharaui está mucho más vinculada culturalmente con la cultura mauritana que con Marruecos (de hecho hay mucha gente negra entre ellos), aunque no voy a negar que sea una identidad inventada.
Hablando con ellos sin embargo, tienden a ver a España como la mediadora natural en el conflicto y para ellos la relación con la antigua metrópoli sigue siendo muy fuerte (casi todas las ONGs que trabajan con los refugiados son españolas). Posiblemente no seamos el mediador ideal, como dices tú. O sencillamente hay demasiados intereses de todo tipo que se mira para otro lado. No sé, tal vez sea por el contacto con ellos en clase, que me he hecho más radical en este asunto.
P.D. Pobre Samuelson, otra vaca sagrada menos en nuestro altar!