Cuando la autenticidad de uno mismo se viste de intransigencia hacia los demás, la verdad se vuelve una luz cegadora.

jueves, 24 de diciembre de 2009

HUME Y LA FUNDAMENTACIÓN DE LA MORAL.

    Leo con sorpresa en cualquier libro de Ética que para posicionarnos moralmente debemos siempre fundamentar nuestras decisiones, dar razones de lo que hacemos. Los autores omiten (posiblemente sabiéndolo) que la ética es pasión, sentimiento, creencia, vivencia, y no pura razón. La razón siempre viene después, justificando nuestros actos. Estoy harto de verlos en cualquier debate de clase: si una persona tiene una creencia o una convicción profunda de algo, será muy difícil hacerle cambiar de opinión, por muchas razones que se den. De ahí la frustración que muchas veces me acompañan en los debates. Y es que creo conveniente citar aquí al maestro Hume, que ya en el siglo XVIII lo tenía muy claro:
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    "Por tanto, dado que la moral influye en las acciones y afecciones, se sigue que no podrá derivarse de la razón, porque la sola razón no puede tener nunca una tal influencia, como ya he probado. La moral suscita las pasiones y produce o incita las acciones. Pero la razón es de suyo absolutamente impotente en este caso particular. Luego las reglas de la moralidad no son conclusiones de nuestra razón."
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     He aquí una perfecta definición del emotivismo ético. Pero durante años me enseñaron que la falacia naturalista era sobre todo un problema epistemológico, y ahora nos damos cuenta que en realidad es un problema de motivación. Es decir, no es solo el desacuerdo que suscitan distintos juicios y opiniones en la controversia ética, es su incapacidad de incitar a la acción, lo que conduce a la disciplina a reintroducir los sentimientos subjetivos.
     La falta de pasión en la razón es lo que empujó a Kant a reintroducir la religión en su ética, la que obligó a Marx a construir una filosofía de la historia, a Rawls a citar a Aristóteles, la que obliga a Kohlberg a reconocer que su nivel postconvencional es mucho menos frecuente de lo que tendemos a creer en la psicología humana. La racionalidad mueve a un determinado tipo de individuos pero no a todo el mundo. Sin caer en el juicio negativo de Rorty, la razón es un instrumento útil, pero no exclusivo, como pensaban los filósofos de la vieja modernidad.

Para Hume, la velocidad que imprimamos a nuestras decisiones éticas, vendrá determinada por los sentimientos que depositemos en ellas.

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