¿Se deben rebajar la edad penal de los adolescentes a los 16 años? Esta era una de las polémicas que teníamos en las clases de segundo de bachillerato tras estudiar la filosofía de Sócrates. El problema viene de lo siguiente: el adolescente se ha amparado en su estatus legal para hacer lo que le ha venido en gana. Los sucesos de Pozuelo en verano son solo un ejemplo de la total impunidad que parecen disfrutar en nuestro país. Destrozad, chicos, el castigo va a ser mínimo y la diversión total.
Ante esta cruda realidad, la educación se ha mostrado ineficaz; la autoridad, socavada; los padres, indulgentes y ciegos, y las nuevas tecnologías, reforzando la actitud retadora de los adolescentes, en espacios ajenos a la interferencia adulta como tuenti. ¿Qué hacer? La respuesta más sencilla es reforzar la autoridad. El adolescente parece consciente de lo que hace, y eso le convierte en responsble: aquel que reivindica y disfruta de derechos, debería también someterse a los deberes. Casi toda la clase estaba de acuerdo con rebajar la edad penal de los adolescentes. Pero me pregunto si eso será suficiente.
Frente a esto recordaba las enseñanzas del optimista Sócrates: el hombre malo es el hombre ignorante. Para eliminar el mal del mundo, eliminemos la ignorancia primero y formemos a los individuos en buenos ciudadanos. En resumen, Sócrates pide menos cárceles, menos condenas, y sí más escuelas, más formación. Naturalmente, los alumnos de Sócrates eran fervientes personas deseosas de saber más. En cambio un paseo por las aulas en nuestros días nos alejan de esa ilusión. Los progresistas pedagogos socráticos parecen estar a la defensiva en nuestros días: sus métodos no llegan a los alumnos. Tal vez haya demasiados rivales ahí fuera, esperando a la salida de clase, como Internet o la PS, y con ellos somos incapaces de combatir. O tal vez la culpa la tienen los otros profesores, los padres, que han dejado el oficio.
¿Habrá que abandonar definitivamente la palabra de Sócrates y desempolvar la vara de Platón? Platón decía que las buenas palabras no bastan para persuadir a lo hombres ignorantes: hay que obligarles. De lo contrario, corremos el peligro de ser asesinados como el héroe de la caverna por la masa ignorante. Pero que yo sepa, tampoco Platón tuvo mucho éxito en imponer su modelo político. Ante el actual problema de la educación no bastarán acciones espectaculares: el problema es más profundo que una decisión judicial, y aunque esta sea necesaria, no debería dejarnos satisfechos en el silla de nuestros pupitres.
Sócrates: ¿un filósofo en horas bajas?
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