Cuando la autenticidad de uno mismo se viste de intransigencia hacia los demás, la verdad se vuelve una luz cegadora.

jueves, 29 de julio de 2021

110

Es falso que las novelas fantáticas deban tener un final feliz. Todas las novelas fantásticas están obligadas a acabar de forma apocalíptica, en la que el final de la novela nos obliga a aceptar la destrucción de la magia. Al concluir el texto, acaba el hechizo y debemos volver a la triste realidad cotidiana. Así que, siendo sinceros, deberíamos acabar siempre devolviendo al lector del mundo del qe ha partido.

miércoles, 14 de julio de 2021

109

 Deberíamos poder reírnos a carcajadas de las religiones para criticar en ellas todo lo que tienen de vulgar contagio humano, y que nos alejan de cualquier sombra de la verdadera divinidad. Dicho de otra forma, no busques a Dios en leyes, preceptos morales ni sentimientos empáticos. Simplemente, contempla el mundo. Ni siquiera debes encontrarlo bello o racional. Queda así abierta la puerta a la divinidad. 

108

 En un mundo con tan poco margen para la libertad metafísica de los hechos -no la libertad de los actos, ficticia, ilusoria, consoladora-, basar la construcción de la sociedad solo en el mérito individual es un disparate. Si todo es azar y necesidad, nadie merece nada como individuo, y solo lo merece como especie. 

martes, 13 de julio de 2021

107

 El cristianismo es una escalera abierta hasta las puertas del cielo. Sin embargo, como la imagen de Wittgenstein, una vez que asciendes sobre esa escalera, te ves obligado a tirarla y caer en el vacío.

sábado, 19 de junio de 2021

106

      Enid estaba harta de aquel juego. Una noche más, su esposo, ya ebrio, mostraba la última bestia abatida ante el resto de sus comensales mientras ella permanecía en silencio. Al mismo tiempo que su mano derecha levantaba una cabeza de harpía ensangrentada con un ojo atravesado por una flecha, los comensales levantaron las copas y los cuernos de toro brindando por el valor de Erec. Y al mismo tiempo que todos brindaban, los puños de Enid se cerraron de rabia. ¿Qué valor existe en que un mastodonte acorazado con loriga, yelmo, escudo y lanza se enfrente contra dragones, trasgos y bestias aladas, cuando era ella las que tiene atraerlas casi desnuda, desprotegida y desamparada? ¿Cuántas veces se mostró ella ante el peligro, en forma de trampa mortal indefensa?  ¿Cuántas veces dio las gracias a su compañero por salvarla, una vez más, de una muerte segura, cuando él nunca se mostraba ante los monstruos? ¿Acaso alguna vez levantaron la copa por ella aquellos caballeros, aplaudiendo su propio coraje?

     Contempló una vez más todos los trofeos extendidos sobre las altas paredes de la sala de linajes y recordó cada monstruo allí expuesto. Cien veces gritó aterrorizada antes de que el dragón intentase tomarla, el trasgo quisiera rebanar su garganta con su daga o un jabalí ensartarla con sus colmillos; cien veces sufrió la reprimenda de su insensible marido por quejarse y alejar a la presa en el último instante. Pero ahora ya no salía de su garganta ni un solo sonido quejumbroso ante la presencia amenazante de ningún monstruo. Enid había perdido la voz para casi cualquier ocasión, buena o mala. Sentía frío. Con el último de ellos, una enorme harpía de cinco varas de envergadura, esta mostró su desconfianza ante la serenidad de Enid, que mostraba su cuerpo inmaculado sin pudor alguno y clavando sobre las pupilas del monstruo su mirada desafiante. Ella se limitó a sonreir levemente bajo los labios apretados, evitando una mueca de desprecio, antes de que un dardo atravesase el ojo de la harpía y esta cayera muerta ante sus pies.

    Ella no era nada sin su compañero, pero sabía que su esposo dependía aún más de ella. En el fondo, pensaba por primera vez, su esposo era el mayor impostor en el mundo de los caballeros artúricos. Era un tramposo, un pícaro que solo esperaba apostado tras una roca o un árbol el momento exacto para la estocada perfecta, la flecha envenada más letal o una trampa mortífera. Aún más, reconocía cómo su impulso sexual se acrecentaba viendo el deseo de otras bestias y monstros sobre el cuerpo de su mujer. Por eso empezó a desnudarla sin pudor ante la llegada de cualquier bestia o enemigo. Ella era el cebo descarnado, y también era la heroína. Pero aquel engaño, tarde o temprano, quedaría al descubierto. No solo sentía celos de los éxitos de su marido. Temía el día en que se hartase de ella, o que su cuerpo dejase de ser lo suficientemente joven y atractivo para las bestias y caballeros oscuros, y que directamente, la dejase morir en manos de cualquier monstruo, disfrazado de un trágico accidente. Aquel aciago final empezaba a repetirse en sueños, después de cada agónico triunfo, y prefirió adelantarse a esa tragedia. Aquella última noche, concretamente, vio en su marido algo que nunca había visto. Su mirada libidinosa no escapaba del cuerpo de una joven sirviente, hechizado por su tierna edad, su frente blanca y el espejo de sus ojos. Enid, a falta de habla, era una gran observadora. No había duda. Aunque fuera de forma furtiva, su marido empezaba a escrutar el cuerpo de otras mujeres más jóvenes que ella. Y ese era el signo que debía precipitar la tragedia.

   El desenlace de la historia no lo narró Chretien de Troyes, inconcebible para el canon estrecho de su época. Enid esperó tumbada en el lecho de su alcoba, sin otra ropa que su propia piel blanca, como otras tantísimas veces, a que su esposo llegara ebrio después de celebrar la muerte del monstruo con el resto de los caballeros. La poseyó sin piedad, arremetiendo como el viejo uro de antaño tomaba a una ninfa indefensa. Al fin y al cabo, las reglas del amor cortés eran solo un delicado velo social que se rasgaba tras la alcoba. Después de consumar el acto, satisfecho y lleno de vino, quedó dormido entrelazado en los brazos de Enid. El cebo había funcionado una vez más, pensó ella. Entonces los dedos de Enid acariciaron por última vez la aspera mejilla de Erec y le dio un suave beso en sus labios. Deslizó cuidadosamente su cuerpo menudo del abrazo inmenso de su marido, se levantó con sigilo, y sujetó con las dos manos el hacha mellada que había derribado tantos dragones y trasgos. La levantó con esfuerzo sobre su cabeza, y después  dejó caerla sobre el cuello de su esposo. 

   Lo único que vieron los sirvientes del castillo al día siguiente fue la cabeza de Erec sobre una pica en la sala de armas, rodeado de todos los trofeos y víctimas que se había cobrado en su vida, y la alcoba de Enid vacía, con el lecho cubierto con ríos de sangre coagulada. Chretien pensó que un monstruo finalmente había derrotado a Erec, y se había llevado a la desdichada Enid como trofeo. Al fin y al cabo, ese era el destino de todo caballero artúrico: encontrar una bestia más fuerte que él, que acabaría derrotándolo en la cima de su gloria. Y de Enid, lo único que podemos aventurar fue su conversión en una bestia errante más, rezumando odio y furia en sus ojos, y que acabaría abatida algún día lejano por un nuevo caballero.

sábado, 29 de mayo de 2021

105

Cada vez tengo menos dudas de este pensamiento: la libertad es el disfraz más sutil y divino del egoísmo humano.

martes, 4 de mayo de 2021

104

 Dios tiene mucha razón en las cosas que dice sobre los hombres, pero se las da siempre al mensajero equivocado.

viernes, 26 de marzo de 2021

103

     Una sombra espectral recorre las aulas de nuestro país: la sombra de una nueva ley educativa. Y cuando esto sucede, muchos profesores y docentes se echan a temblar ante la última ocurrencia del pedagogo en el poder, marioneta inevitable de la ideología educativa dominante de turno. La última manifestación espectral ha retumbado en los medios con un abierto alegato contra la memoria en las aulas. Y cuando los educadores hablan de menos memoria para las aulas, levantan en mí sentimientos enfrentados.
    La todavía ley vigente era un auténtico despropósito de contenidos inalcanzables para muchos de los adolescentes erráticos y dispersos de nuestro tiempo. El que creó el currículo pensó que solo con escribir un contenido en la ley, bastaba para que este se trasladara automáticamente a la mente del adolescente y a su respectivo hipocampo donde se alberga buena parte de la memoria a largo plazo. Los contenidos de lengua, por poner un ejemplo, parecían especializar a los niños en filólogos avanzados con todo tipo de recursos morfológicos y sintácticos sin saber escribir la o como un canuto. Una asignatura de filosofía, por poner otro, albergaba más contenidos en ella que los cuatro años de carrrera juntos, cuando en un primer año apenas puedes entender más allá de lo que Platón dijo para cada una de las ramas de la filosofía. Una irrealidad absolutamente irresponsable, en definitiva, y que fomentó la hostilidad en muchos docentes contra esa tiranía de contenidos y estándares de aprendizaje, completamente imposibles de cumplir. Hasta ahí, parece que muchos estamos de acuerdo con el viraje educativo. Además desde mi experiencia, llevaba años luchando contra la memoria y la repetición justificadas desde ellas mismas. Siempre busqué un aprendizaje significativo, emocional, dialéctico en el sentido socrático de la palabra, que por supuesto, superaba la mera repetición de un contenido en un examen. Pero fue precisamente en esa propia experiencia donde reencontré la memoria y lo que podríamos llamar la vieja escuela.
     Después de ese tiempo, ahora veo esta oposición memoria vs. aprendizaje activo como un enfrentamiento inútil y superfluo. Con el tiempo fui persuadiéndome que los aprendizajes más activos son también los más dispersos, y que aquellos que son emocionantes no dejan muchas veces más recuerdo que el haber pasado un buen rato, pero con pocos contenidos por ellos mismos. Necesitaba la memoria y con ella la práctica y la repetición de destrezas y contenidos como un contrapeso que estructurase aquellas experiencias en un relato educativo que les diese sentido, y reconozco que no siempre es fácil conseguirlo. En definitiva, volcar el péndulo educativo en sentido inverso tampoco es, ni mucho menos, la solución a nuestros problemas.
      En primer lugar, la memoria es una herramienta más de nuestro cerebro. El ejercicio de la memoria resulta imprescindible para hacer una buena exposición en público, responder con rapidez y de forma adecuada a una crítica, tener vocabulario para escribir con soltura o formar parte de una obra de teatro escolar. En segundo lugar, sin el ejercicio de la memoria no se puede poseer una mínima base estructural sobre la que sustentar un juicio bien formado: solo queda ruido y palabras huecas, opiniones subjetivas y prejuicios individuales avalados por una búsqueda en Google que acaba siendo errada y afianzando sesgos de confirmación. Y la repetición y la imitación (llámenme conductista) son necesarias para determinadas destrezas básicas, especialmente en la lectura comprensiva y la escritura avanzada. Ya lo veían Casiodoro y Boecio: cuando la cultura común desaparece por vacío de poder (como fue la caída de Roma) o por exceso de información (como es hoy el universo Google), hay que empezar por enseñar a escribir y leer. Y eso solo se aprende practicando.      
     En definitiva, para una buena paideia hace falta emoción y dialéctica, claro que sí. Pero una paideia no existe si no tiene una mínima memoria y una repetición constructiva. Y sin paideia, al estilo griego, no hay transmisión crítica y fundamentada de una cultura. Hace una década perdimos el entorno favorecedor de una cultura compartida y lo reducimos a una pantalla privada. Eso hizo que aquello que aprendían los niños en la escuela no encontrase eco en ninguna parte de su universo virtual y que el refuerzo ambiental acabase desapareciendo excepto en unas pocas familias esforzadas (y por lo general de clase media-alta). La pandemia ha acelerado esa transformación hacia un entorno tecnológico privado en el que la escuela, por más que lo intente, está ausente, por muchos vídeos de Tiktok que el profesor a la última intente subir a la red. Ahora despreciamos la herramienta biológica que permitía mantener esa cultura pública dentro de su entorno irreductible que era el centro educativo (porque la escuela sigue siendo el principal centro de ocupación de los niños), dejándola en la irrelevancia. Las consecuencias de este rechazo están por verse, pero pueden ser la puntilla a esa educación común, mínimamente exigente y rigurosa.
   Espero que la última generación de pedagogos no se pase ahora de frenada y que el viraje no degenere en una nueva locura educativa. Si no es así, tal vez nos convierta en unos desmemoriados que no saben ni el milenio en el que viven, porque el presente será eterno y la estupidez absoluta.

domingo, 21 de marzo de 2021

102

    Debéis renovar continuamente lo que enseñamos en clase, nos decían los pedagogos 4.0. Lo que aparecerá en los libros de texto quedará superado y caduco en cuanto se seque la tinta, qué digo tinta, en cuanto llegue la impresión digital a vuestras pantallas, nos repetían con tono profético. Ahora pienso que quizás esta es la razón profunda por la que existen terraplanistas de nuevo pisando el mundo. Tanto enseñar en el futuro incierto, y se nos olvidan las cosas seguras que ya sabíamos del pasado. Y claro, la redondez de la tierra no viene escrito en una cápsula genética que heredamos todos en el momento de venir al mundo. La cultura que no se transmite de boca a boca se olvida o se tergiversa irremediablemente; Google no puede sustituir a nuestra memoria emocionalmente activada. Mientras no sepamos esto, tendremos terraplanistas y conspiradores para rato.  

sábado, 20 de marzo de 2021

101

 Cada vez me atrevo menos a decir que el ser humano es libre. Pero sí me atrevo a decir, e insisto cada vez con más seguridad, que el ser humano es el único que tiene una especial aversión a ser condicionado o manipulado, y eso estimula el deseo, irreal o no, de intentar ser libres. 

Es como suponer que este pensamiento que escribo sea original. Ignoro si lo es o no, pero me extraña profundamente que nadie no haya llegado ya a esta reflexión tan simple mucho antes que yo. Y aún así, el deseo de originalidad única, de irrepetibilidad, al igual que la libertad, es irreductible a muchos de nuestros actos.  

sábado, 13 de marzo de 2021

100

Clase de filosofía en cuarto de la ESO y Carlos es un torbellino de ideas. Como los torbellinos, tiene un auténtico cúmulo de ideas rondando su cabeza de forma caótica y anárquica. Aparentemente sin orden ni concierto, hasta que en una frase lapidaria te suelta de un manotazo verbal todo lo que ronda por su cabeza. "Somos la generación con el mejor futuro, y la que tiene más miedo a vivir en él", sentencia. Nuestra generación era la del desencanto, les decía yo. Ahora al desencanto parece que se le ha sumido el miedo. Tenemos miedo a no encontrar trabajo, a perderlo después, miedo a destruir un entorno natural, miedo a padecer una guerra, una pandemia, un ataque terrorista, una hecatombe ecológica. Todos esos miedos se acumulan, uno detrás de otro, en la conciencia colectiva y global. Nos hace buscar una seguridad que no existe y que tal vez no haya existido nunca en la historia. Y al final, concluí la reflexión en clase citando al maestro Yoda. El miedo es el camino abierto a la ira y el lado oscuro de la fuerza; el fascismo en su forma pura.

domingo, 7 de marzo de 2021

99

     - El cielo sigue azul, no, ya no es azul. Es blanco, luminoso. Sí, se levanta la bruma en el horizonte y forma torreones blancos que ciegan las montañas del sur. La luz lo impregna todo, es más claro. El sol está alto, se despereza, cobra fuerza, pero todavía no pica, y aún hace frío en la sombra. La araña teje la primera tela sobre el pasto retoñado; las ranas y sapos salen de sus escondites y se esconden entre los ranúnculos, veo la primera lagartija en la luz del día arrastrandose sobre la roca gris.
    - ¿Y qué más, Henoc?
    - Las alondras se cortejan y cruzan la estepa; el mirlo canta al alba y el estornino al atardecer. Las aves del frío ya no están en los campos y la última grulla levantó el vuelo con el primer rayo de sol. El trigo ha crecido una cuarta pero aún no asoma la espiga.
    - ¿Y qué más?
    -  ¿Qué más quieres que vea, abuelo?
   - Lo que mis ojos vieron tantas veces. Los lobos. Dicen que son animales que han poseído el cuerpo de hombres caídos. Vuelven de las montañas, matarán nuestro ganado más indefenso, quemarán nuestras pallozas, violararán a las mujeres o se las llevarán al sur. Y cualquier día te llevarán a ti también.
    - Eso no lo ven mis ojos. 
    - Eso es lo que han visto los míos, antes de perderlos por intentar mirar a Dios a la cara, un crimen que no cometí. Reza para que no te lleven los lobos.  
    - Los lobos no han regresado. Nunca los he visto. Verás, las cosas se extinguen por dos razones. Cuando uno deja de buscarlas con intensidad, o si deja de creer en ellas.  
    - Hasta que ellas te buscan a ti. Cuídate de los lobos, querido nieto.
    Henoc parece escuchar un aullido lejano en el confín de la estepa. Pero no son los lobos, piensa. Los lobos no existen, murieron hace años, junto a los ojos de su abuelo, ahora repugnantemente vacíos, por querer mirar a Dios. Pero Henoc se da cuenta que el miedo también puede resucitar los monstruos desaparecidos. 
     El aullido es más limpio, el miedo más estremecedor. Los lobos han regresado y estarán aquí cuando el estornino detenga su canto. Cuídate de ellos, querido nieto. Cuídate de los lobos.
   

miércoles, 3 de marzo de 2021

98

 La filosofía se divide en dos: los que luchan por encontrar la verdad y los que dudan de que exista algo parecido a eso. Y después están los no filósofos, que son los que tienen una verdad de antemano y no la cuestionarán nunca. Por eso estudiar hoy en día los sesgos cognitivos en una asignatura de bachillerato -la que sea- es tan importante.  

martes, 2 de marzo de 2021

97

    Conversaciones filosóficas caseras:
    - Cuando estáis con chicas desconocidas los hombres solo pensáis con la polla. 
    - ¿Tú crees? No esperaba ese estereotipo tan fácil y tan poco sutil, no... y no se me ocurre pensar con la polla con mi jefa, la verdad.
    - ¡Eso es el progreso! Cuando uno es jefe es fácil pensar con la polla. Ahora os empieza a resultar más complicado. Es difícil hacerlo cuando eres un subordinado. La erótica del poder está dejando de ser puramente masculina. Pero eso sigue ocurriendo al menos en determinadas circunstancias. He dicho cuando no conoces a alguien. 
   - Ya. Sí, ese es... cómo lo llamaban desde la psicología... sí, el efecto halo. Claro que sí. No es nuevo. El atractivo físico es un reclamo biológico. Siempre lo ha sido y está ahí, es inevitable. Y no tiene por qué ser malo: es lo que nos une con los hominidos prehistóricos, como diría un psicólogo evolucionista...
   - Claro. Pero que os olvidáis que las mujeres también pensamos con el coño. O yo por lo menos, como habría que decirle a tu psicólogo evolucionista tan redicho...
   Qué burra es, contesto. Aunque en el fondo, me encanta que piense así, reflexiono para mí mismo. 
 

lunes, 1 de marzo de 2021

96

    ¿Existen las inteligencias múltiples? es una pregunta muy parecida a ¿existen los unicornios? La respuesta a ambas puede ser afirmativa si hacemos un uso extensivo de los términos empleados ¡Claro que existen los unicornios si hablamos de animales con un solo cuerno! Solo que lo que pensamos que es un bello y esbelto unicornio en realidad es un macizo rinoceronte. Y sucede lo mismo con las inteligencias múltiples. Claro que existen "inteligencias múltiples", si por ello entendemos distintas manifestaciones del talento humano; pero tal vez no se corresponden adecuadamente a la noción preconcebida de inteligencia y sería mejor sustituir ese término por otros constructos teóricos más adecuados. En definitiva, estamos utilizando una palabra confusa para justificar hechos que sí existen en el contexto educativo, y con unas intenciones que no siempre quedan claras para la comunidad educativa en conjunto. Es decir, la realidad está ahí fuera, solo que las pinceladas que utilizamos en nuestro cuadro para reproducir dicha realidad no son tal vez las mejores. 

   A favor de Gardner podemos decir que las manifestaciones de la inteligencia humana no se reducen al ámbito lingüístico y matemático, sino que pueden ser infinitas, especialmente si entendemos la inteligencia en un sentido puramente evolutivo del término. Él dice que existen ocho. Pero tal vez haya veinte, o cuarenta mil, dependiendo especialmente de la cultura en la que ese talento se manifieste. Quizás en el día de mañana encontremos la inteligencia multifunción (la gente capaz de repartir su atención y trabajar con ocho tareas a la vez que se corresponden con ocho inteligencias distintas, por ejemplo), igual que en la Edad Media existiría la inteligencia de agresión (por ejemplo, aquella esgrimida por el Cid Campeador, Ricardo Corazón de León, Saladino o Enrique V para destruir a tu adversario en el campo de batalla y salir vivo de la misma). En contra de Gardner, no existe ninguna evidencia para probar que sean inteligencias independientes unas de otras. O incluso, siendo comprensivo con los argumentos de Gardner, de la misma forma que existen evidencias a su favor con los genios idiotas, existen muchas más evidencias en su lado opuesto. Y el sentido común nos dice que la persona inteligente puede brillar en más de un talento... solo que o no le interesa lo más mínimo o no ha entrado nunca en contacto con ellos.

martes, 23 de febrero de 2021

95

 Como cada año, los narcisos pálidos vuelven a brotar puntuales como cada mes de febrero en la cima de la Sierrilla. Pero este año lo hacían sobre un siniestro fondo negro: el fuego ha asolado en los últimos veranos las laderas de la sierrilla varias veces. ahora las flores pendulares de los narcisos ponen surrealistas pinceladas amarillas entre los esqueletos de los arbustos quemados y la ceniza. Tenía la enorme suerte de disfrutar de un paseo por la sierrilla con Fidel; antiguo alumno, hoy universitario, es la prueba de que estos niños crecen que es una barbaridad y superan a la vieja generación de inmediato. Después de unas instructivas referencias sobre el aceleracionismo que me daba mi ex-alumno, Fidel me preguntaba cuál era el mayor pecado que habían cometido las humanidades en los últimos tiempos.  Indudablemente, contesté, era la falta del conocimiento del lenguaje natural de las ciencias. Esa fue sin duda la carencia que más sentí en mi formación. Sin las matemáticas, nuestro acercamiento al mundo es inevitablemente cojo; funciona solo con las metáforas imperfectas que los científicos ofrecen del mismo. sin ellas, nuestro discurso peca de subjetivo, refugiado en el historicismo o el análisis filológico, y acaba siendo superfluo y solipsista para una parte importante de la sociedad. Pero sobre las ciencias, el pecado es aún peor: los científicos tienen mucho cerebro sin ningún corazón, sentimiento ni emoción. No hay percepción de belleza, no hay admiración hacia el mundo, ni curiosidad  ni altruísmo en la mirada de la inmensa mayoría de los que estudian ciencias en nuestro país. Y lo peor es que esto lleva denunciado desde los tiempos de Ortega, Husserl, Steiner y otros muchos académicos: el "mundo de la vida" abandonó el espíritu de los científicos hace siglos, cosificó el mundo y al ser humano con él; redujo todo conocimiento científico a mera técnica. Y no se puede hacer un gran país de auténticos científicos, si como en la cima de la Sierrilla, se ha calcinado la admiración, la curiosidad, el altruismo y la belleza. Los narcisos siguen emergiendo cada año en los campos mediterráneos, incluso superponiéndose a las hogueras del verano. Pero ¿cuánta gente se detiene a contemplar la sobrenatural, casi mítica floración de narcisos que sucede cada final de invierno, y cuyo ciclo es manifestación del orden cósmico más profundo y palpitante de nuestra civilización desde el Neolítico?

viernes, 19 de febrero de 2021

94

Creo que la gente no valora o no entiende lo suficiente el silencio en las redes sociales más personales y cercanas. Cuando uno ve estupideces en el whatsapp de grupos diversos, por ejemplo, tiene dos opciones: o quedarse en silencio o aplaudir la ocurrencia. Como somos educados o sencillamente esperamos una respuesta igual para nosotros en el día de mañana, habitualmente contestamos de forma halagadora, incluso aunque nos parezca estúpido y vulgar. Frente a esto, el silencio es una respuesta igualmente educada pero quizás demasiado ambigua ante la estulticia mayúscula que se despliega entre nuestros contactos. Por desgracia el silencio no es lo suficientemente asertivo y no penaliza tanto como una rotunda respuesta negativa. Evitamos los dardos más descarnados y nos lo quedamos para dentro. Y finalmente, la persona que lanza este mensaje cree en su éxito, reafirma su postura y reincide en sus estupideces, como las ratitas de Skinner ante un refuerzo positivo.

lunes, 15 de febrero de 2021

93

      ¿Tiene que ver el abandono escolar con el éxito o fracaso de alguna ley educativa, o alguna innovación maravillosa? No. En absoluto, comentaba Helí, profesor en Salamanca. Tiene más que ver con que en Castilla y León y el noroeste de España en general, la única forma de promoción social es la educación, y las familias lo ven todavía así, mientras que en la costa mediterránea el trabajo fácil y sin cualificación del turismo de playa saca al eslabón más débil del alumnado fuera del sistema educativo. Sin embargo, los educadores seguimos errando en la causa. Vemos un sistema educativo cerrado en sí mismo y que se explica desde sus propias variables, sin conexión alguna con el resto de sistemas sociales. Hemos cometido una inferencia causal completamente errada, hemos incurrido en el error de no distinguir la simultaneidad de un acontecimiento con su causa real (lo que llaman en lógica un post hoc ergo propter hoc),  y nos afanamos todavía por buscar explicaciones y soluciones dentro del sistema educativo y no en el conjunto de la sociedad. Como vemos con tristeza ante un gigante caído, los métodos educativos no fueron la causa del éxito educativo pasado de países como Finlandia, y quién sabe si, como sostiene Gregorio Luri de forma casi herética, no han sido ellos los causantes de su decadencia.

viernes, 12 de febrero de 2021

92

   Si hay una cosa perversa en las clases de filosofía y ética es que muchos de los debates acaban cuestionando la educación y disolviéndola en el peor ácido, dejándote la autoestima como docente por los suelos. Los adolescentes por lo general comparten un punto de vista de la educación al menos bastante parcial, pero aún así hablan con una transparencia envidiable. Te sueltan las cosas como las sienten, sin tacto alguno. Así que, como en otras ocasiones, dedicamos una clase a lo que ellos entendían por educación. 

   El punto de vista de la clase quedó expresado con el buenhacer de Natalia, una encantadora chica de segundo de la ESO, que con apenas trece años manejaba la clase mejor que muchos profesores. Presentó el debate de forma admirable, con una introducción histórica bien argumentada, y un dominio del lenguaje y las formas en el encerado improvisado -la clase es una biblioteca, el COVID manda-, que me levantó una mezcla de envidia maligna y de alivio por la suerte de disfrutar de una alumna así.

   Cuando Natalia concluyó su presentación, quedó levantada la veda para dar despiadada caza al sistema educativo. Las críticas de los chicos siempre apuntaban hacia el mismo ángulo, sus flechas y dardos se clavaban sin piedad en los traseros de los profesores, instituciones, sistemas y leyes educativas. Nos falta ocio en las escuelas, decían, hay mucha memorización, poca tecnología, demasiados libros viejos, escasa formación laboral, poca posibilidad de elegir entre materias, diferencias enormes entre regiones y países, desinterés y métodos antiguos para áreas como las matemáticas o el inglés. La lista no era corta, y yo, que quedaba reducido a mero apuntador, me quedé sin pizarra para tantas propuestas. Por supuesto, la hora pasó volando y los chicos desarrollaron un debate admirablemente adulto para su edad. 

   En algunas ocasiones contesté dando mi opinión. Les decía que era una opinión de experto, porque ellos no habían nacido cuando yo ya estaba dando clase, y me podía declarar con un punto de veteranía que no tenían. Sorprendentemente, acataron mi autoridad. Les dije que hasta hacía relativamente poco tiempo, estaría de acuerdo con casi todas sus propuestas, y que algunas las seguía compartiendo. Pero ahora ya no diría el sí absoluto. Perdí mi inocencia educativa, y no hace demasiado tiempo. Fue de forma lenta, paulatina, no tanto por desilusiones con los alumnos, sino con nuestro propio entorno de aprendizaje, y la desilusión de mis propios compañeros, que a su vez fueron profesores míos. Así que no podía estar de acuerdo en todo. Pero no pude decir mucho más. Sonó el timbre y todavía había varias manos levantadas.

   Quedé satisfecho con la clase y sobre todo con la admirable actuación de Natalia. Había ocurrido un aprendizaje procedimental, importante y básico que es el propio hecho de discutir, guardar el turno de palabra y tolerar a tu adversario. Yo salí contento y felicité a la tutora. Pero sabía que en estos debates siempre echaba en falta una cosa elemental para los chicos. De hecho, la crítica más importante quedó fuera de juego, y el propio culpable era yo. Para aprender hace falta esfuerzo. El aprendizaje no es divertido o al menos, no tiene porqué serlo. Incluso todo aquello placentero, cuando deseas cultivarlo de verdad, se convierte en un trabajo infernal. Por lo tanto, tanto el aprendizaje como el éxito educativo cuesta mucho. ¿Dónde quedó ese eslogan de la película Fama, tan ochentero y lleno de verdad, que toda la generación de EGB conocía no por el sistema educativo, sino por nuestro entorno vital? La fama cuesta y se gana con sudor, y no se reduce a un efímero pelotazo en las redes sociales. Tal vez Natalia, dedicada a la gimnasia rítmica, o Mercedes, volcada en la música, hubiesen estado de acuerdo conmigo. Pero dudo que muchos más lo hicieran.  

martes, 26 de enero de 2021

91

   Las colas del confinamiento nos ha hecho descubrir toda una colección de gente curiosa a nuestro alrededor. Nunca antes, ni tal vez nunca después en nuestra vida, entraremos en contacto con gente tan variopinta y diversa, al igual que ocurría en aquel maravilloso relato de la autopista de Cortazar. En fin, vamos al grano. Uno de los individuos más peculiares con el que he tenido la suerte (o desdicha) de coincidir apareció en una larga y surrealista cola en el servicio de correos de la ciudad.
    - Qué barbaridad, dije yo. Treinta minutos para poder recoger un paquete. Y aún así, aguantamos.
    - Detrás de esta cola, está la muerte del pequeño comercio, dijo con cierto pesar el hombrecillo que tenía a mi espalda.
    - La crisis acaba con todo, verdad.        
   - No. La crisis representa siempre una oportunidad. Pregúnteselo a los empresas de repartidores y su legió de esclavos. Se sorprendería usted si supiera la auténtica demanda que tiene mi trabajo en los tiempos que corren. 
   - ¿A qué se dedica usted, si pudiese preguntar? ¿Es usted repartidor?
   El desconocido hombrecillo no pudo contener una sonrisa maliciosa.
   - No, no... No sé si es prudente hablar de eso aquí... pero está bien. Se lo diré. Creo que usted tal vez me pueda entender. Mi trabajo consiste en solucionar el principal problema de la gente. 
   Aquello me sonaba como un patético y manido lema para un spot publicitario corriente, pero sin querer continué la conversación. 
   - ¿El principal problema de la gente?
   - Acabar con vidas sin sentido, dijo en un susurro. 
   - ¿Les da usted algún sentido? ¿Es psicólogo?
  - No, no, otra vez se equivoca... le estoy diciendo que acabo con ellas. No se puede dar sentido a algo que no lo tiene. Y menos desde fuera.
   - Está usted de broma. 
   - No lo estoy. ¿Quiere que se lo explique?
  - No veo ningún interés en lo que me puede mostrar un potencial asesino.
   - No me malinterprete mal, en realidad, yo no mato a nadie contra su voluntad. Soy meramente un asistente. Mi trabajo casi se reduce a un servicio médico. 
   - ¿Es un médico que practica la eutanasia ilegal?
   - La eutanasia es el último cartucho. No, mi trabajo empieza mucho antes.  
   - Está bien, aquí acaba mi conversación. No quiero que me diga nada más. Es usted un gracioso.
   - ¡Pero si está deseando que se lo cuente! Escuche, no podemos obviar la realidad. La gente no tiene miedo a morir. Solo tiene miedo a enterarse o a sufrir con ello. Eso creo que desde Epicuro está en la boca de los filósofos más brillantes. Mucha gente le encantaría poder morirse en cualquier momento de su vida, si no se enterase ni sufriese por ello. En realidad, la vida es algo que está muy sobreestimado. Millones, cientos de millones de individuos, no encuentran más sentido a su vida que en su trabajo. Ni siquiera disfrutan del dinero que tienen y no encuentran placer en formar una familia. Imagínese en esta crisis la demanda que tiene mi oficio. Estamos desbordados. Otros muchos envejecen, pierden fuerzas y esperanza, y suspiran por un fin rápido e indoloro. Nosotros se lo ofrecemos.   
    - ¿Y cómo realizan su trabajo?
   - Como usted comprenderá, no le puedo dar muchos detalles. Pero algo podemos decir. Nosotros nos comprometemos a acabar con su vida en el momento más inesperado y menos doloroso para ellos. Conocemos técnicas que evitan el dolor y que eliminan la conciencia de morir, aunque reconozco que aún desconocemos la tecnología que nos permita realmente saber qué pasa en el último instante de nuestra vida terrenal. Se dicen muchas cosas, pero en realidad lo desconocemos todo. Tal vez sea el último misterio imposible de resolver para el ser humano, tal vez porque no haya marcha atrás una vez que se toma ese camino. 
    - No me diga, ahora resulta que tiene una auténtica filosofía por detrás.
    - Para que usted sepa, yo también tengo contratado el propio servicio que proveo. Al principio es duro. Sientes ansiedad. Pero después te acostumbras y respias aliviado. Sé que mientras esté bien, no pasará nada. 
    - ¿Por qué me cuenta todo esto?
   - Diría que tengo un sexto sentido para identificar clientes potenciales, pero tal vez me haya equivocado con usted. En fin, ya es mi turno. Estas colas permiten siempre conocer gente y extender el negocio. 
    - No me diga, y después tiene que irse a trabajar. 
    - No. Tengo varios días libres. Me voy de escalada, es lo único que nos dejan hacer en estas condiciones. Yo sí quiero saborear esta vida, incluso con este confinamiento. Tome, tenga mi tarjeta. Nunca se sabe.
     En la tarjeta aparecía un sonriente y esquemático monigote vestido de electricista, con su gorra y su caja de herramientas. La solución a su problema, aparecía en una letra Tahoma 14, pensaba yo, junto al número 628 78 28 87. Tal vez llamaría, aunque solo fuese para confirmar que no era un enfermo mental. Tal vez tuviese que arreglar algún día la instalación eléctrica, y tendría la posibilidad de hablar otra vez con aquel individuo. O quien sabe, tal vez tuviera razón, y podría contratar sus servicios. Aunque no me había comentado el precio...

lunes, 25 de enero de 2021

90

Conclusión inesperada: es más fácil encontrar a dios en las fronteras irresolubles de la ciencia que en el dogma de cualquier religión revelada. O incluso mejor: es más fácil matar a Dios dentro de la religión, que hacerlo fuera de ella. Más allá del incienso del templo, Dios tiene una inaudita capacidad de resistencia a morir. 

viernes, 1 de enero de 2021

89

      El concepto de la pureza en las religiones definitivamente constituye la categoría más sucia y ruín de todos los que se hayan creado en la mente humana. No cuestionamos aquí si su origen es producto de una revelación trascendental o si es, de forma más prosaica y mundana, la necesaria transcripción de una identidad endogrupal en los clanes más ancestrales de la especie humana. El hecho es que con la creencia religiosa la pureza se sublima y se vuelve la forma más perversa de condenar a aquellos semejantes que no son como nosotros creemos ser. 

    El deseo de pureza es tan fuerte que incluso una intervención tan revolucionaria como Jesucristo en una religión tan identitaria y endogrupal como la judía, no consigue destruir la categoría, sino simplemente invertirla y cambiar su contenido. Efectivamente, Jesucristo se atreve a hablar de la pureza de los impuros. En la peor de las interpretaciones, Jesucristo solo representa la venganza de los más débiles. En la mejor, los hombres fuimos demasiado frágiles para atenernos a la visión tan socialmente iconoclasta y destructiva como la de este reformador. Al poco tiempo, los seguidores cristianos convirtieron la proximidad a Cristo en un nuevo símbolo de pureza. Durante siglos masacramos los cuerpos y condenamos las almas de todos aquellos que no estuviesen lo suficientemente cerca de él. Ahora llevamos dos siglos intentando lavar este término. Pero el problema sigue ahí: es imposible poner la pureza a los ojos de Dios, y no a través del filtro distorsionador de los creyentes.