Todo el mundo lo sabe: existen dos clases de individuos a la hora de enfrentarse a un problema. Existen las personas que solucionan los problemas, y otras que los diluyen y le restan importancia. La ciencia es la ocupación que suele resolver algunos importantes acertijos de la realidad. La filosofía, en el mejor de los casos, los disuelve en ácido.
miércoles, 30 de diciembre de 2020
88
87
Leí el otro día una buena anécdota que vale de ejemplo para reconocer cómo el poder invade cualquier espacio público, en su forma más ridículas y nimias. Cuando Beethoven, viejo, sordo y completamente aislado del mundo, estrenó su novena sinfonía en Viena, no solo fue un éxito para el público congregado, sino que se convirtió en un pequeño escándalo político. El público ovacionó cinco veces al maestro musical, y la policía tuvo que intervenir. El mísmisimo archiduque de Austria solo recibía tres ovaciones y aquello transgredía toda regla de subordinación y respeto al poder. Que un compositor sordo, por genial que fuera, recibiese una ovación más estruendosa de la que, de forma trémula y fría, se ofrecía al emperador, era algo que Johan S., intendente de la policía en el teatro, no podía aceptar y pidió el silencio sin éxito a aquella masa enfervorecida.
Lo intentó una vez, ordenando a sus subordinados pidiendo educadamente orden. Después otra vez más, abandonado por sus oficiales al cargo. Finalmente cayó rendido. Pensó por un momento que aquel lugar estaba infectado, como es bien sabido, de conspiradores liberales y críticos con la sagrada regla de los Habsburgo. Pero él mismo acabó por aplaudir, movido por la emoción y por el propio efecto contagiador de la fervorosa masa. Indudablemente, los melómanos convencidos ovacionan mucho más fuerte que los súbditos indiferentes y comprados, en el mejor de los casos, o atemorizados en el peor de ellos. Afortunadamente el emperador de Austria no estaba en la sala. Era el único palco vacío de todo el teatro.
Cuando el rumor llegó a oídos del archiduque, pidió el acta policial de lo ocurrido. Johan S., asustado con su propio comportamiento al sumarse a los aplausos, mintió y dijo: "ya sabe su excelencia, los rumores de los exaltados, hacen exagerar la realidad". "Da igual, no habría sido prudente reprimirlos. Bastaba con que usted no aplaudiera." Por supuesto, balbuceó entre dientes Johan S., sin levantar la vista del acta policial. Y así empieza, como ustedes saben, la caída de los poderosos mediocres, con las mentiras piadosas de sus más allegados.
sábado, 26 de diciembre de 2020
86
Wttigenstein comentaba que de lo que no se puede hablar, mejor callar y vivirlo (o mostrarlo, en su jerga críptica). Pero para muchos artistas la solución es inversa: de lo que no se ha vivido no se puede hablar y la mejor solución es el silencio.
martes, 22 de diciembre de 2020
85
Hay algo que no casa bien en la mitología de Tolkien: la alianza entre elfos y hombres. Los hombres no pueden sentirse cercanos a ellos cuando los primeros gozan del regalo de la inmortalidad y los últimos no. Independientemente de que Tolkien disfrace la inmortalidad con la fatiga vital y el cansancio de la existencia mundana, los hombres sentirán celos de ellos. Afortunadamente, existe el relato de la caída de Númenor en la mitología de la Tierra Media que tiende a enmendar este grave error. Los hombres por naturaleza o sienten envidia hacia los inmortales e intentan destruirlos, o al contrario, son gobernados sin miramientos por ellos. Es natural que en la tradición de los apócrifos del Génesis o en el libro de Enoch, los descendientes de los malakim sean perniciosos y acaben luchando contra los hombres mortales, o que en la tradición griega los héroes acaben siendo gobernantes despiadados. No puede ser de otra forma. En el sentido más puramente nietzscheano, los héroes levantan tal envidia que ninguna alianza es posible salvo el odio de los más débiles, y eso es lo que debería ocurrir con los propios elfos de Tolkien.
84
lunes, 30 de noviembre de 2020
83
Recupero una conversación con Juan en los estanques del palacio de Cristal, en Oporto. Juan, con nueve años, contemplaba con orgullo su barco recién construido de doble botella de plástico, mástil y vela de hoja de plátano.
- Mira que barco más chulo he creado. No se le ha ocurrido a nadie más que a mí. Yo soy el primero que lo ha hecho en el mundo.
- Pero Juan, si eso ha salido ya en unos dibujos animados, los mundos de Greg.
- No. Yo he creado el modelo del barquito, porque el barquito que aparece en El mundo de Greg es falso porque está dentro de un dibujo animado.
- Y es verdad, los dibujos animados son de mentira.
- Y si los dibujos animados son mentira, entonces todo lo que aparece dentro de los dibujos animados es mentira, y no existen. Y por lo tanto el barco yo lo he creado en realidad por primera vez.
domingo, 22 de noviembre de 2020
82
Urge un debate importante dentro de la filosofía política occidental. Si como hemos dicho, el barco del liberalismo está condenado al naufragio, los intelectuales deben esclarecer qué tipo de derechos deben permanecer dentro del tesoro cultural heredado de la modernidad, y cuáles deben ser sacrificados en nombre de la nueva humanidad que se levanta, infinitamente menos antropocéntrica, individualista y autoindulgente.
81
Releo a Orwell y toda la literatura distópica que nos sirvió de vacuna intelectual para evitar la tentación autoritaria en el siglo XX, y descubro que ella misma es la razón por la que estamos fracasando para el siglo XXI. Ahora se cita a Orwell para criticar toda fuente de autoridad, no por su tendencia autoritaria, sino simplemente porque no nos gusta o no esté en línea con nuestros intereses particulares.
80
miércoles, 11 de noviembre de 2020
79
Solo hay una cosa clara en esta pandemia. Estas crisis aceleran la historia. Las innovaciones amplían su influencia, la tradición muere, las resistencias al cambio son barridas y lo que se mantenía por inercia del tiempo desaparece. La dirección del cambio todavía no la conocemos, y eso es lo que genera ansiedad. Me gustaría contestar como hacía Montaigne de la forma más ataráxica posible, ¿quién sabe? Pero no es tan fácil.
martes, 10 de noviembre de 2020
78
En un melancólico episodio de La Comunidad del Anillo, el elfo Legolas evoca con nostalgia Eregion, vieja tierra élfica desaparecida en las guerras antiguas. Nada queda de su mundo. Ningún morador vive ya en la tierra media y sus historias están olvidadas. "Solo escucho el lamento de las piedras: cavaron profundamamente en nosotras, hermosamente nos pulieron, y altos nos construyeron, pero se han ido. Se han ido. Hace mucho tiempo que buscaron los puertos y desaparecieron". Legolas nunca conoció aquel pueblo, enigmático para él, pero todavía el silencio y las piedras los cantan y endulzan su memoria. No es difícil suponer que Tolkien sintiese la misma sensación en cada viejo rincón de su campiña inglesa, atenazada por la modernidad y en trance de desaparición ante el empuje de carreteras y ciudades.
Ahora la Creadora y el Hacedor nos regalan una templada tarde de noviembre. Cogí mi bicicleta y pedaleé hasta la dehesa del Junquillo. En un lugar poco conocido, sobre la terraza natural de una suave colina poblada de encinas, evocaba con la misma nostalgia élfica un pasado lejano. Unas cuantas tégulas romanas afloran entre la hierba. Algún que otro gran sillar labrado de granito asoma a la superficie. Incluso el fragmento de un antiquísimo muro, reducido apenas a su argamasa interna, se levanta todavía a un metro de altura, retando el tiempo y a un gran tronco caído sobre él. Es fácil volar en el tiempo e imaginar los tiempos de una ciudad reducida a sus murallas abandonadas y unos pocos edificios caídos, y con villas aisladas sobreviviendo en los alrededores. Es fácil imaginar la dureza de los veranos y el frío del invierno, las malas cosechas, el asedio de las invasiones y el paulatino abandono de sus moradores, en algún punto de la historia de invasiones medievales. Después llegaría el vacío, pero los campos nunca dejaron de roturarse. La villa fue devorada por la hierba y hoy sus tejas y ladrillos se hunden bajo las raíces de las encinas. En tiempos modernos, se construyó en las cercanías una casa para pastores. Pero el tiempo no perdona nada. Ahora la vieja casa de pastores también ha sido devorada, y la basura se acumula en su interior y los graffitis ensucian la cal de sus muros. La nostalgia se siente, incluso entre la inmundicia.
Para la inmensa mayoría de la gente, no son más que unas pocas piedras desgastadas en el silencio de la dehesa. Y sin embargo, siguen cantando con fuerza a los que sabemos invocarlas.
domingo, 1 de noviembre de 2020
77
Escribir también implica descalzarte en la vaguada de una dehesa, regada por el rocío del otoño, pisar las ramas y la hierba podrida del verano, sentir el frío y la humedad invadiendo las plantas de tus pies, y hacer todo esto solo para saber qué es lo que el personaje favorito de tu propia novela siente cuando huye de sus propios fantasmas por el mundo.
lunes, 26 de octubre de 2020
76
Propósito: escupir un inútil desahogo intelectual en la pantalla.
Empiezo la mañana de la peor forma posible: gritando en clase a chavales que están arremolinados en cada rincón, en un entorno cerrado. Me cercioro una vez más de lo mismo. Necesitaríamos un látigo para controlar este descontrol biológico y cultural de nuestra sociedad. Luchar contra la biología es un debate perdido. Es imposible hacer que un cerebro adolescente actúe con la madurez de un cerebro completamente desarrollado. Los riesgos y el cálculo de consecuencias no existen en sus sinapsis neuronales con la suficiente fuerza como para retenerlos ante un ambiente tentador y hostil al cumplimiento de las normas. Sin embargo el elemento cultural sí podría haberse cambiado y haber actuado como atenuador de este desmadre neurológico y hormonal. Desgraciadamente ya es demasiado tarde. No podemos enseñar en tres meses lo que se debería haber enseñado en dieciocho años: el control de nuestra libertad.
Vayamos a lo puramente cultural. Lo que la pandemia está haciendo al valor de la libertad en nuestra sociedad solo tiene parangón con la amenaza que supuso Hitler o Stalin. Nunca ha estado tan devaluada ni denostada como lo está en el presente, nunca ha resultado tan anacrónica como parece en nuestros días, nunca ha sido una losa tan pesada sobre nuestra cultura, como lo es ahora. La libertad, desposeída de toda responsabilidad hacia los demás, se ha convertido meramente en trampolín para que el individuo haga lo que venga en santa gana y cometa todo tipo de desmanes privados. Se ha vuelto en el enemigo hobbesiano por excelencia de la seguridad de la sociedad. Y de acuerdo con Hobbes, el hombre libre, sometido a su más descontrolado deseo hedonista, no puede tener en cuenta a sus semejantes porque no existen. Sin embargo, lo que Hobbes entendía como parte de la biología humana, no lo es. Es en realidad una cuestión mucho más cultural, moldeable y flexible.
Parte de la culpa, ideológicamente hablando, la tienen cuarenta años de libertarismo económico combinado con un progresismo fácil, compartido por todos los estratos sociales y todas las élites occidentales de izquierdas y derechas. Ningún gobierno ni estado escapa a esto: era nuestro gran consenso occidental de entender el mundo. Durante demasiado tiempo, la libertad se entendía como libertad de elección y maximización del bienestar individual a costa muchas veces de romper cualquier constricción social o estatal, tildada como autoritaria solo por su mera existencia. Se disfrazó esta libertad de iniciativa emprendedora, de innovación y de falta de conformismo; también de emancipación de la identidad individual frente a todo tipo de tradicionalismo. Al final el mecanismo del mercado anularía cualquier contradicción interna y la sociedad civil asumiría todo tipo de pluralismo para activar poderosas sinergias colectivas. Pero en el fondo, lo único que queda de esta explosión de la libertad del individuo es un egocentrismo descarnado y una oposición cada vez mayor entre intereses enfrentados. Muy distinto de la vieja libertad, desde Kant a Sartre, que preveía una alta cota de responsabilidad colectiva a la hora de desempeñarla. La responsabilidad se confundió primero con el éxito empresarial y profesional a toda costa, y después se ahogó definitivamente en la mediocridad y el anonimato de las redes sociales. La sociedad, definitivamente, ha dejado de existir en 2020, como proclamaron tristemente sus profetas neoliberales en los años ochenta.
Ahora los libertarios se llevan las manos a la cabeza cada vez que el fantasma descomunal del estado abre un toque de queda o decreta dictatorialmente un estado de alarma. Ingenuamente algunos creen que se levanta el comunismo por tratarse de un gobierno de izquierdas. No. El signo político de los gobiernos resulta ahora totalmente trivial. Lo que se levanta es la lejana sombra del mundo oriental, drásticamente colectivo, no individual. Y lo que sucede es un fracaso no de una ideología concreta, sino de un patrón de civilización entero como es el occidental.
Epílogo: qué dramático todo, y qué banal al mismo tiempo. Triste contradicción en nuestros tiempos. Debo borrar todo esto en cuanto se pase mi ira intelectual ante el mundo.
Propósito de enmienda: repetir trescientas veces.
No debo escribir tonterías
No debo escribir tonterías.
No debo escribir tonterías.
...
sábado, 24 de octubre de 2020
75
Hablando con Javier Mariño el otro día, se me ocurrió después el único consejo posible para adolescentes inquietos: todo individuo debe romper con su tribu utilizando el gerundio con el que nos sintamos más motivados y capacitados. Lógicamente esto conlleva una crisis de crecimiento y la sensación (como sufren de forma recurrente algunos alumnos aventajados) de sentirse superior al resto de nuestra pequeña comunidad. Y es que el camino que conduce de la vergüenza del nerd al pertinaz orgullo de ser distinto es corto. Pero es una consecuencia inevitable del proceso, que también se supera con otro consejo: recordar que en el fondo sin los demás miembros de la tribu no somos más que una fiera salvaje (algo parecido a lo que decían los espartanos hacia sus futuros ciudadanos adolescentes) y acabarán huyendo de nuestra presencia si no contenemos el desdén.
miércoles, 21 de octubre de 2020
74
No es nuevo que nuestro mundo oscuro está trágicamente carente de magia. El problema es que todo aquel que intenta devolver la magia al mundo acaba creando en la realidad al peor de los dragones. Y mientras miramos embrujados por el hechizo del gusano, morimos iluminados por el fuego de sus hogueras.
martes, 20 de octubre de 2020
73
De los personajes de Edén, Lamec debe ostentar indiscutiblemente un puesto especial entre aquellos que hicieron caer la edad dorada de los primeros humanos. En realidad no fueron ni Adán ni Eva, ni Caín, los culpables de la caída del hombre de su paraíso. Los dos primeros no atentaron contra el hombre, sino contra Dios; y tan solo ocurrió que el reflejo divino desapareció del mundo terrenal: abandonó el espíritu del hombre y dejó el Edén a la merced de la naturaleza inhóspita. De Caín, podemos decir que fue el crimen no deseado de un niño, y con la firme sospecha de la mano de Dios por detrás, provocando recelos entre los hermanos. Sin embargo, fue Lamec, descendiente de Caín, el que sepultó definitivamente a su estirpe bajo esa senda terrible y condenada en la historia.
Caín pecó quizás por ignorancia, pero Lamec conocía perfectamente sus acciones. Lamec era reincidente, plenamente consciente de sus actos, y eso acentúa su culpa. En Lamec vemos el reverso desatado de la venganza: una herida inflingida por un enemigo se paga con la muerte del adversario. Caín mató una vez, Lamech matará dos. Por ello, Lamec será condenado siete veces más que Caín, pero no porque lo diga Dios, sino porque se condena él mismo. Tal es su osadía: es ejecutor y juez de sí mismo al mismo tiempo. Inútilmente algunos mitos quisieron enmendar la historia de tan perverso personaje, haciéndole ignorante de sus actos; las palabras de la Biblia lo consagrarían como el ser antediluviano más maligno, precisamente porque la espiral de la venganza siempre clama más sangre. Peor aún: Lamec quiso ser Dios, pues solo el Dios del Antiguo Testamento decide el peso de la justicia y puede llamar a la venganza si así lo desea. Los hombres deben someterse a la ley del talión si desean sobrevivir. Resulta curioso que de toda la tradición literaria sobre el Génesis, solo Thomas Mann haya hablado más largamente de este minúsculo episodio y haya incidido en las propias palabras de Lamec.
viernes, 16 de octubre de 2020
72
La primera vez que el señor Huertas sintió esta enfermedad fue hace algún tiempo, cuando al leer su periódico de la mañana empezó a comprender solo las palabras sueltas de lo que estaba leyendo. Comprendía todas las palabras por separado, pero no era capaz de darle un sentido completo. Pensó que tal vez podía ser el cansancio. Por desgracia, los síntomas no desaparecieron: la incapacidad de atribuir significado se fue extendiendo al resto de las lecturas que hacía. Dejó de leer la prensa en internet e intentó ocultar su dolencia, pero pronto se sentiría inútil entender el más pequeño titular de un anuncio de televisión. Fue cuando vino a la consulta para tan singular caso. El siguiente paso fue la progresiva pérdida de lenguaje oral. Las oraciones más largas se hacían un galimatías en su garganta, y acabó por ser capaz de contestar únicamente sí o no, y solo por medio de preguntas. Lo más curioso de todo es que el resto de sus capacidades y facultades estaban intactas. No era una enfermedad neurodegenerativa al uso, de eso estaba seguro. El señor Huertas poseía una considerable capacidad para la inteligencia matemática, visual y espacial, y de hecho, seguía resolviendo complejos planos y operaciones a través de las aplicaciones de su ordenador. Lo que me extraña del caso es que esta singular epidemia ataca única y exclusivamente nuestra capacidad del lenguaje para poder expresar nuestras opiniones, estados de ánimo y juicios. Parecería que ha sido capaz de borrar de nuestra estructura neurológica, aquellas representaciones mentales que afectan a conceptos abstractos, con su complejas redes y sinapsis neuronales, y dejar completamente inalteradas las demás. Después, mucho después, comprendí la verdad. Como George Orwell, la reducción del lenguaje significa una mayor concentración de poder. Por desgracia, ya es tarde para mí. Obtener la verdad se ha hecho a un gran precio. En cualquier caso, aseguran que es indoloro, y que se alcanzará la felicidad en su estado más puro. Aunque en realidad, no me pueden decir otra cosa.
lunes, 12 de octubre de 2020
71
No encuentro ningún libro que ofrezca una relación directa entre la sublimación de la masturbación en nuestra cultura y la lógica interna del capitalismo del siglo XXI aunque apuesto a que Zizek ya habrá discutido sobre todo esto. Más allá del auge de la pornografía y el sexo virtual, el onanismo tiene todo aquello que entusiasma al espíritu capitalista más desenfrenado: se adapta a las necesidades del individuo consumidor, es extremadamente eficaz para el que la practica, y sumamente barato en término de costes, ahorrando energía y mucho tiempo que de otra forma se malgastaría en incómodas relaciones interpersonales.
viernes, 9 de octubre de 2020
70
Tiendo a pensar que la filosofía actual necesita ser lo más snob
posible para sentirse viva. En esta permanente asunción del presente
más inmediato las posibles respuestas apenas cambian, pero sí las preguntas. Entonces el pensamiento recupera su razón de ser y la rueda sigue girando por un tiempo más.
miércoles, 7 de octubre de 2020
69
No hay que hacer demasiado caso a las recomendaciones de narrativa literaria. Hay que pensar que el 98% de la mejor escritura universal no resulta relevante a los intereses de un lector, por muy bien escrita que esté, y por lo tanto es tristemente desechable. Lo que resulta realmente difícil es aventurarse a investigar ese 2% de literatura estimulante. Ese es a día de hoy, mi gran problema con la literatura. Solo hay un pequeño porcentaje de libros de ficción que me atrevería a comenzar.
68
No hay nada más frustrante que estar escribiendo ideas durante un día entero, dejándote arrastrar por intuiciones luminosas y pensamientos prometedores, para luego despertarte, y darte cuenta que te has dejado la hoja que escribías en mitad del sueño.
lunes, 5 de octubre de 2020
67
Un diario siempre intenta ser el espejo del alma. Solo que a veces el espejo es cóncavo o convexo, dependiendo de lo que quiera verse el alma. Desgraciadamente intentar verse mejor en ellos es inútil: el alma nunca se refleja sobre la superficie de los espejos.
66
¡Qué razón tenía el viejo Soren! Una cosa es la libertad de pensamiento, y otra la libertad de palabra. En nuestro eón tecnológico, la primera debería ser estimulada, y la segunda seriamente restringida. Porque por desgracia hablar no implica pensar necesariamente.
sábado, 3 de octubre de 2020
65
Hay una extraordinaria razón para ser monárquico, republicano o nacionalista -de un signo o de otro- en nuestro país. Serlo es una cuestión puramente estética y mágica para el individuo que cree en estas imágenes (por no llamarlas espejismos). Detrás de esas palabras no defendemos nada, ningún principio moral superior ni ninguna mejora sustancial de nuestra sociedad. Solo humo. Pero el humo asciende al cielo, como un viejo sacrificio ascentral, nos sirve de consuelo y nos congrega alrededor de la hoguera junto a otros acólitos. Y aunque solo sea humo, cuidado con él, porque con un cambio de viento nos puede llegar a asfixiar. Y por supuesto, las hogueras queman.
viernes, 2 de octubre de 2020
64
Enoch ascendió hasta lo más alto de los farallones del monte Ararat y contempló por última vez lo que tenía a sus pies. Desde allí se arrojó sobre la densa niebla que cubría el valle. No se supo más de él. Nunca nadie descubrió su cuerpo y por eso el Génesis asegura que fue el único ser humano que nunca murió, lo que no quiere decir que hubiese nacido inmortal. En el fondo tenía la inquietante sospecha de que su mente albergaba una gran mentira. Está confuso. Sueña con dios todos los días y conversa con él sobre todo tipo de temas, desde los más simples a los más elevados, pero cada vez que termina su conversación el mismo rostro de Dios le dice: "recuerda que esto es meramente un sueño hermoso".
63
También el aforismo es el último recurso del lector cansado. Evito mencionar twiter entre la aforística. El tweet no se lee; se chismorrea. Es polémico, no reflexivo. No se mastica ni se piensa; se degluta o se escupe otra vez en la red.
lunes, 28 de septiembre de 2020
62
Cuando Adán y Eva mueren, Caín por fin respira tranquilo. Su permanente inquietud se apacigua lentamente. Sus remordimientos dejan de atacar su mente. Los temblores nerviosos que sacudían su cuerpo desaparecen por fin. Ya siente que tiene derecho a ocultar las feas cicatrices que le marcaron de joven. Deja de viajar de un sitio para otro, y regresa a la ciudad que un día fundó para su hijo Enoch. Allí baila, canta y disfruta de los placeres mundanos como nunca pudo haber hecho antes. Bebe el mejor vino, come la mejor fruta, interviene en las conversaciones de filósofos y poetas, y goza de las mujeres y hombres más hermosos de todo Edén. Nadie puede recriminarle ya el crimen cometido nueve siglos antes contra su hermano, porque sus padres, testigos indirectos del homicidio, ya no pisan la tierra, y él nunca ha tenido en demasiada consideración el juicio de Dios. Ese es el momento, cuando la culpa humana se desvanece, en el que muchos fieles vieron cómo la justicia divina levantó su mano y la deja caer sobre el mundo, y la tierra se estremeció con fuerza. El desdichado Caín morirá engullido por la tierra bajo las ruinas de su palacio y su ciudad. Al menos, eso último es lo que contaron algunos atrevidos en el Libro de los Jubileos.
60
Me arriesgo a hacer un juicio político -como toda crítica política, estúpida, irrelevante y banal, porque no hay nada más fácil en este mundo que la crítica a la mala política y nada más difícil en el universo que hacer política-: jamás pensé que los últimos dos presidentes de gobierno tuviesen algo tan en común como su capacidad para no interferir en problemas y dejar que estos mueran por sí mismos. Este es un mundo en el que quien mueve ficha corre el riesgo de equivocarse y el error se paga con muchos más votos que los que da cualquier acierto. En definitiva, como decía antes, una crítica vacía y una reflexión completamente prescindible.
domingo, 27 de septiembre de 2020
59
sábado, 26 de septiembre de 2020
58
viernes, 25 de septiembre de 2020
57
Salí con la bicicleta esta mañana: el primer chapuzón en el barro de la temporada. Metí los neumáticos en todos los charcos que encontré, me paré a contemplar los prados repletos con campanillas de otoño y disfruté como un niño siguiendo el vuelo de las avefrías más tempraneras. Busqué bejines del tamaño de un puño y las primeras berendenitas. El retorno a la vida del campo mediterráneo es un auténtico espectáculo de la naturaleza especialmente si se da en septiembre, y ciertamente este ritual lo repito con casi cada estación otoñal. Y sin embargo este año es distinto. Existe una especie de hedonismo encubierto, de carpe diem que emerge en cada situación de pandemia mundial. Me pregunto mientras pedaleo: ¿volveré este otoño a pasear otra vez por una dehesa? ¿volveré a cruzarme con avefrías y garcillas, con los prados verdes? Sin querer volverse uno ñoño o étereo sentimentaloide con estas experiencas (cada cual tiene sus propias gilipolleces en la cabeza, completamente legítimas), no sabemos lo que nos deparará el mañana (estar encerrados de nuevo en el mejor de los casos), por lo que disfrutemos del presente más inmediato; olvidémonos por un instante que existe esta pandemia y en definitiva, hagamos lo que nos venga en gana. De forma positiva, te hace saborear cualquier humilde experiencia como si fuese la primera vez que la haces en tu vida. Un adulto que se vuelve niño aunque sea solo por un instante es un privilegio. Pero por otro lado, me pregunto si esta sensación no es el móvil que tal vez haya hecho cometer imprudencias a muchos individuos en las últimas semanas. Y es que también hay adultos que se vuelven adolescentes por un instante y eso es un desmadre. El hedonismo encubierto suele estar camuflado por el estoicismo más oficial: una tensión que muchos no deben aguantar bien.
lunes, 14 de septiembre de 2020
56
Empiezo las clases de ética. "¿Hablaremos sobre la pandemia?". Pues claro que sí. Si no existe un dilema ético más importante en nuestros días, ¿por qué no explicarselo a los más jóvenes? ¿Debemos seguir una estela darwinista y dejar que la pandemia siga su curso hasta alcanzar la inmunidad de rebaño? ¿O debemos hacer un sacrificio enorme para salvaguardar la vida de los más débiles? Las intervenciones se suceden entre los alumnos de bachillerato y lanzan otros dilemas relevantes, como la responsabilidad de los jóvenes, la prioridad en las vacunaciones o problemas de ética médica. En cualquier caso, si la filosofía se tiene que enseñar, tiene que ser sobre una realidad viva y cercana. Solo después podemos echar el lazo a Platón y buscar la posible eternidad de sus respuestas.
domingo, 13 de septiembre de 2020
55
Más renuncias liberales: desconfíen de aquellos que se vanaglorian de haberse hecho a ellosl mismos. Tiene muchas papeletas para ser hombre, blanco, urbano, de clase media y con padres preocupados por su educación. Si es mujer, inmigrante y pobre, tal vez empiece a creerlo más y quitarme el sombrero ante su coraje. El
principal problema del individuo que se hace a sí mismo y alcanza sus metas es la
soberbia que le acompaña, al creerse de verdad que él es el único artífice de
su propio éxito. La reflexión de partida es de Michael Sandel, pero ya lo decía Aristóteles. ¿Quién puede sobrevivir y tener éxito sin el pecho de su madre al nacer, ni los muros de su ciudad desde su infancia?
viernes, 11 de septiembre de 2020
54
La
única forma de conseguir que la educación de este año funcione es por medio de un
enorme grado de motivación. Como es bien sabido en el campo de la psicología de la educación, la motivación puede ser intrínseca o extrínseca. En una mayoría importante de los alumnos, la motivación intrínseca (la que viene proporcionada por el propio interés del sujeto en aprender) es prácticamente inexistente. Se pierde en algún momento de la educación primaria, cuando la rutina y el esfuerzo diario superan la curiosidad y la sorpresa que permite una escuela y queda definitivamente sepultada en la secundaria con la adolescencia. La hemos conseguido incentivar edulcorando nuestra educación al límite (gamificando, cooperando, emocionando etc.) y frivolizándola hasta el final (si pierdes la partida educativa no te preocupes, puedes volver a jugar casi hasta el infinito; siempre tendrás una segunda oportunidad). Pero con la educación áspera y agria que acabaremos ofreciendo este año, los alumnos apenas tendrán aliciente para desear aprender. Ahora les corresponde a ellos el tomar conciencia de algo: su educación, contra lo que hemos ofrecido hasta el momento, no es ningún juego en el sentido profundo del término.
Solo nos queda entonces la
motivación extrínseca para incentivar el rendimiento de nuestros alumnos: aquellas recompensas o penalizaciones externas al sujeto que le moverán a aprender. Pero esta motivación dependerá de si conseguimos que los propios alumnos superen su
singular frivolidad respecto a su misma educación (frivolidad inducida desde hace décadas). Habitualmente, la motivación extrínseca tiene mala fama dentro de la psicología benévola, y se la ha entendido especialmente como un flujo de recompensas al alumno que acaba siendo contraproducente para el mismo. Sin embargo, nuestra situación es otra. Para bien o para mal, la situación actual no tiene recompensas, pero sí una gigantesca penalización. O aprovechan lo que les damos y retoman el tren educativo, o se quedarán por el camino. El gran reforzador no será positivo, como muchas veces vemos los educadores, sino negativo, en forma de un castigo injusto y desigual, y que condenará a muchos alumnos a quedar excluidos de la promoción social. Cuanto antes sean conscientes de esta realidad, mejor para ellos.
53
Como profesor, vivimos una situación ridículamente esquizofrénica. Después de llevar una década luchando por innovación educativa, nos vemos obligados a volver a una pedagogía propia de los años sesenta. Si Franco levantara la cabeza, vería el país cambiado menos una cosa: la disposición de la escuela. Nunca he sido tan autoritario ni retrógrado en la esfera educativa. El profesor vuelve a su rol principal con su autoridad necesariamente reforzada, los alumnos a un trabajo solitario y esforzado. La lección magistral se vuelve la única posibilidad educativa en la nueva normalidad. Los profesores hablan, o mejor gritan. Los alumnos intentan escuchar. ¿Cuánto tiempo aguantará una generación incapaz de mantener su atención más allá de unos pocos segundos?